Es muy temprano y millones de personas se dirigen hacia todas partes sin orden ni concierto. La ciudad es tomada por un enjambre de motoristas; sorprendentemente avanzan de manera pausada, subiéndose por las aceras, saltando semáforos en rojo y sin dejar de hacer sonar sus clacson. Aparecen y desaparecen, cruzan por donde menos esperas y hacen vibrar de manera lenta la vida que esta mañana comienza a bullir en la ciudad. Es Hanoi y es aquí donde comienzo mi aventura por Indochina, a través de un paisaje humano desconocido para mí, hasta ese momento.