En el verano del 2010 subimos a caballo con la maestra Marla hasta su escuela. Fue un encuentro amoroso con aquellos ojos que nos miraron con mucha curiosidad y expectación. Y les dije que iba a volver. Y ellos no me creyeron. Pero en este viaje había quedado con Marla para ir a el último día de clase. Y como ya era verano y el río estaba seco, podíamos subir en la camioneta.
No se cómo pero Omar encontró el camino (o mejor dicho el cauce del río) y sorprendentemente para mí (pensaba que no íbamos a llegar nunca), nos llevó hasta el mismo colegio. Pero descubrí bastante antes de llegar que estábamos en el buen camino ya que el cauce casi seco del río se plegó de niños que nos esperaban ya impacientes. El primero mi ayudante Jevalier que a través de sus pestañas largas me sonrió con los ojos como expresión de que se alegraba de verme. Y yo ya con mis hábitos de ‘española’ se lo dije abrazándole y besuqueándole.
Los niños que cabían en la caja, subieron con nosotros, y los otros iban andando a nuestro alrededor ya que las velocidades del coche y los niños eran muy similares.
Vimos parte del documental, nos cantaron sus bellas canciones como ofrenda a los extranjeros, tomamos unos refrescos con ellos, jugaron todos juntos (los de Las Cañas con los cuatro niños del colegio de los americanos que nos acompañaron), y pasamos un buen rato juntos. ¡Pasaría días enteros con ellos! Quizás este sea un deseo que llegue a cumplirse… y les vea crecer y conseguir grandes metas en sus vidas. Que Dios les proteja.