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En todo el mundo, inmensas energías intelectuales y espirituales buscan expresión, energías cuya recolección presión es directamente proporcional a las frustraciones de las últimas décadas. En todas partes se multiplican los signos de que los pueblos de la tierra anhelan el fin del conflicto y al sufrimiento y la ruina de la que ninguna tierra es por más tiempo inmunológico. Estos impulsos crecientes para el cambio deben ser aprovechadas y canalizados hacia la superación de las barreras restantes que bloquean la realización del viejo sueño de la paz mundial. El esfuerzo de la voluntad necesaria para realizar esa tarea no puede ser convocada por simplemente apelando a la acción contra la innumerables males que afligen a la sociedad. Debe ser galvanizado por una visión de la prosperidad humana en el más amplio sentido del término, un despertar a las posibilidades de lo espiritual y bienestar material ya trajo al alcance. Sus beneficiarios deben ser todos los habitantes del planeta, sin distinción, sin la imposición de condiciones no relacionadas con los objetivos fundamentales de una reorganización de los asuntos humanos,.